Imagen: La Hora Interminable |
Escribo este post, de la mano de mi amiga, Montserrat Biosca, quien trata este tema con mucho mimo y cariño. Hablando con ella me hizo reflexionar sobre la importancia de este tema y la posibilidad de integrarlo en mi trabajo en los círculos sagrados de las mujeres. Me pareció una idea maravillosa y no he podido resistirme a escribir este post, para que cualquier persona interesada pueda acceder a esta información y aplicarlo en su vida cotidiana.
La pregunta qué sigue es la siguiente: ¿QUÉ ES LA VIDA SIN LA MUERTE?
Con la máxima sensibilidad y cariño hacia todas las personas que hemos perdido a un ser querido y con el debido respeto para tratar este tema, planteo esta pregunta por una razón de cajón y que tan nítida y diáfanamente la concibo en mi mente, que no puedo sino manifestarla aquí.
Vivimos en una sociedad donde la vida parece exonerar la muerte, como si el hecho de morir fuera lejano, casi un mito. En una sociedad que nos invita a consumir ávidamente, parece que este hecho nos queda distante. Sólo tenemos que observar qué ocurre con nuestros mayores, para quienes el lugar en nuestros círculos queda restringido. Si bien es cierto que el tiempo de vida se ha alargado, también lo es que este fenómeno no parece haber traído comprensión ni discernimiento sobre la vejez y la muerte.
Yo misma, observando mi mente, veo cuan alejada esta mi concepción de la vida con respecto a la de la muerte. Siento como si entre mi yo de ahora y mi yo de la vejez hubiera una densa niebla que me impide ver con claridad.
Y así parece que nos ocurre a casi todos, extrañándonos de la enfermedad cuando esta se presenta en nuestros círculos cercanos. También he visto personas que pensando en este tema se deprimen y no encuentran razón para vivir, pero en estos casos, probablemente, la causa no subyace en pensar en la muerte, sino más bien en haber dejado de pensar en la vida.
La propuesta que aquí sigue es entender la vida concibiendo en ella la muerte. Al igual que un viajero siente el anhelo de seguir adelante sin saber con exactitud qué le depara el futuro; la vida se convierte en una bellísima aventura cuando sabemos que nuestro final, tal y como nos comprendemos en este mismo momento, forma parte de nuestra forma de existir.
Concebir la vida y la muerte, de una forma integrada, es una forma de vivir el momento con la apremiante sensibilidad de vivir en plenitud y gozo. Y no hay mejor forma de vivir que sintiendo el ahora, con la inquietud del momento y del seguir sintiendo.
Normalizar el proceso de la muerte nos puede beneficiar de muchas maneras. La forma más obvia es el estar preparada ante la muerte de un ser querido, pero también tiene que ver con nuestra capacidad de ver, entender y sentir la vida.
Entender e integrar la muerte nos permite vivir con mayor lucidez y libertad de pensamiento, porque facilita que podamos relativizar y cuestionar en qué y cómo queremos invertir nuestra energía vital. Nuestra energía vital es nuestro tesoro, a partir del cual la creatividad y la acción mental, verbal y corporal surgen.
Entender e integrar la muerte nos permite vivir con mayor lucidez y libertad de pensamiento, porque facilita que podamos relativizar y cuestionar en qué y cómo queremos invertir nuestra energía vital. Nuestra energía vital es nuestro tesoro, a partir del cual la creatividad y la acción mental, verbal y corporal surgen.
Entender e integrar el proceso de la muerte nos permite prepararnos de verdad para este momento, para afrontarlo con el corazón y la sabiduría necesaria para disipar el miedo y el sentimiento de vulnerabilidad, para poder sentir su magia y la envergadura de su fuerza.
En mi vida he visto morir a unas cuantas personas, algunas han afrontado este momento con lucidez y serenidad, aceptación y naturalidad, mientras que otras se han resistido, perdidos en una marea de congoja y miedo. Siempre me ha preguntado qué marcaba esta diferencia.
De que sirve obviar, vulnerar y desacreditar un momento mágico que nos pertenece y que vamos a vivir con seguridad, en algún momento de nuestra vida. Estar preparados nos permite acompañar mejor a nuestros seres queridos y su experiencia enriquece nuestro conocimiento para afrontar nuestro cambio cuando sea el momento.
No es paradójico todo lo que preparamos para dar la bienvenida a los recién nacidos y lo poco que nos preparamos para despedirnos y honrar a los recién partidos. Usar palabras como moribundo y muerte nos parecen funestas y les rodea una connotación tan negativa, que nos aleja de una verdad tan tangible como lo es el aliento de cada día.
Te invito a que evalúes tu pensamiento y encuentres qué ideas anidan en tu corazón y en tu alma al respecto. Y si es cierto que la muerte es certera y que su conocimiento nos hace mucho más libres, te invito a que dejes ir patrones antiguos y abraces unos nuevos, para que te acerquen más a esta realidad.
Ofrenda de Luz
Imagen: Tierra de Budas
Un ofrecimiento de luz para los que se han ido, despidiéndonos con el corazón, con agradecimiento por todo lo que hemos compartido y aprendido.
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